El discípulo de Victor Frankl analiza desde la psicología los atentados en EEUU y advierte que el mundo ya no volverá a ser el mismo. Tendremos que aprender a vivir con la incertidumbre y redescubrir nuestros sostenes personales y colectivos. Habla de la venganza y opina que EEUU es capaz de ejecutar un acto no reflexionado.
En sus tiempos libres, Alfried Längle (50) da largas caminatas por los Alpes, toca el piano y ensaya jardinería con las rosas de su esposa, Silvia, en la casa que comparten en Viena. Pero la mayor parte de su vida se desarrolla entre pacientes, libros y psicoterapias. En su momento fue uno de los discípulos más cercanos del conocido psiquiatra Victor Frankl, quien ahondó en el sentido de la existencia humana a partir de su experiencia como prisionero en el campo de concentración de Auschwitz.
Längle, doctor en Medicina y Psicología, vino a Mendoza invitado por la Sociedad Argentina de Análisis Existencial y Logoterapia. Tomó el avión desde Viena apenas dos horas después de ocurridos los atentados terroristas en Estados Unidos. Una vez en la provincia -donde dictará una serie de conferencias y un seminario en la UNCuyo- analizó “el día después” del 11 de setiembre de 2001.
Längle dijo que el estado de sospecha o culpa sobre un grupo humano puede ser el inicio de otro terrorismo. Habló de la necesidad de poner en palabras la angustia “que quedó suelta”. Y dijo que esta gran incertidumbre puede conducirnos a un nivel más espiritual de la existencia.
-¿Cómo se entiende, desde la psiquiatría, algo tan devastador, irracional como lo que ha ocurrido?
-Un acto de terrorismo como éste es analizado en el campo de la psicoterapia o la psiquiatría como un grave disturbio de personalidad por parte de quienes lo ejecutan. Son fanáticos que no tienen un sentimiento hacia los demás. Lo único que los mueve es la tarea que tienen que cumplir. Están absolutamente adheridos a una idea, a un mandato en el cual está contenido todo el sentido de su vida, por supuesto en un nivel religioso o ideológico. Por eso pueden ser kamikazes como hace 50 años en el Japón. Psíquicamente es una división entre la propia vida y la vida de la tarea. Esta separación interna conduce a un olvido de la propia vida y produce personas que son ciegas en el campo donde actúan.
-Lo que sucedió el martes fue un descalabro absoluto de sentidos y de valores que parecían inalterables, como la seguridad, la protección, la libertad. ¿Es posible reconstruir estos sentidos u otorgar a todo esto un sentido?
-Un hecho así es un sinsentido. Es casi imposible encontrarle alguna racionalidad. Lo que podemos o debemos hacer es buscar un nuevo sentido, que es ver la realidad. La realidad humana es que nuestro ser es fundamentalmente inseguro, vulnerable desde el principio. Entonces esto puede ayudarnos a reflexionar nuevamente sobre la estructura de nuestra existencia.
-¿Y qué nos puede aportar el hecho de sentirnos o reconocernos vulnerables?
-Nos puede ayudar a reflexionar y cambiar la forma de tratarnos a nosotros mismos y a los demás. Debo contar con que mi vida es limitada desde el inicio, la inseguridad existe siempre en uno u otro nivel (personal, familiar, ruptura de relaciones, traumas, rencores). Entonces un shock así nos ayuda a acercarnos más a la verdad, a vivir más sinceramente, más auténticamente, en otra espiritualidad. Una espiritualidad más amplia y no tan orientada solamente al rendimiento, al éxito, al provecho.
-Precisamente esos valores -éxito, máximo rendimiento- son los que Estados Unidos encarnó por antonomasia. ¿Es posible que lo sucedido sea una respuesta a una angustia generada hacia afuera durante todo el siglo por este país?
-Es muy difícil hacer interpretaciones. Pero pienso que los terroristas no han pensado a este nivel, que probablemente son otros los motivos que los llevaron a actuar, no tan humanísticos. Es increíble que hombres puedan hacer un acto de terrorismo así. Es impensable. Esto nos demuestra que la irracionalidad de que es capaz el ser humano es mucho más grande de lo que habíamos pensado.
-Victor Frankl luchó contra la tesis de la culpa colectiva que, por ejemplo, demonizaba a todo el pueblo alemán luego de la Segunda Guerra. Luego de los atentados en EEUU es muy probable que esto ocurra. Hoy, de hecho, todo el mundo árabe está bajo sospecha. ¿Cómo se maneja esto?
-Es lógico que esto suceda, pero se debe pensar que la idea de una culpa colectiva es el inicio de otro terrorismo contra personas que no son culpables. Y a las que se las señala como culpables. No puede caer bajo sospecha todo el mundo musulmán por un grupo de fanáticos fundamentalistas. Acá se va a ver la madurez de EEUU, si es capaz de distinguir, diferenciar, entre los culpables y los no culpables que a lo mejor pertenecen al mismo grupo.
-Algunos diarios han publicado encuestas en las que nueve de cada diez norteamericanos piden venganza. Es como una necesidad de reparación personal y colectiva que parece imparable.
-El tema de la venganza como proceso psíquico apunta a que si el otro -el que me hizo daño- sufre en carne propia, yo me siento aliviado. Siento que la justicia ha sido reestablecida en algún punto. El ofensor y yo quedamos en un mismo nivel. Debemos contar con que estos mecanismos psíquicos existen, que no son racionales, que son irracionales. Existe la venganza. Y debemos contar con que EEUU es capaz de hacer ese acto de venganza, irracional, no reflexionado.
-Que por otra parte no sería la primera vez que lo haría.
-No sería la primera vez ni la última tampoco.
-¿Cómo se procesa toda esta angustia que ha quedado “suelta” para que no se transforme en venganza?
-El tratamiento más fructífero de esta inseguridad, de la angustia que dejaron los atentados, sería que todos hablemos sobre lo que pensamos, sentimos, sufrimos en relación con lo sucedido. Que se profundice lo más posible el diálogo en la familia, en la escuela, en el lugar de trabajo, en la tevé y en la radio. Que sean intercambios no sólo políticos, sino también a nivel personal, de sentimientos, a nivel psíquico, social, espiritual y religioso. Así, toda la gente es integrada en un proceso de digestión, de maduración. Ningún grupo está excluido de este proceso, que es un proceso mundial, porque se trata de un shock universal. Este acto de terrorismo cambia el mundo para siempre, lo fisura en un antes y un después. Ya no podremos vivir en la misma tranquilidad que antes. Vemos que el grado de irracionalismo es mayor que el que imaginamos y que con toda la técnica es imposible excluir la irracionalidad. Podemos minimizarlo, pero no destruirlo.
-Esto abre también una nueva etapa para los psiquiatras. ¿El hombre puede vivir con este grado de incertidumbre tan extremo?
-El hombre no sólo puede sino que debe vivir con esta incertidumbre. La incertidumbre es parte de la existencia. En otros siglos el hombre soportó la peste, las guerras, los fenómenos naturales. Entonces se puede vivir con esto, pero es necesario trabajar sobre esta inseguridad. Con un shock así nos vemos forzados a buscar un sostén interior, que es lo que nos da la fuerza para poder soportar la incertidumbre. Ahora cada persona tiene que preguntarse cuál es mi sostén, en qué lugar yo tengo un sostén.
-¿A qué tipos de sostenes se refiere usted?
-Todos mis ritmos cotidianos son un sostén, que cada lunes empiece una semana de trabajo y el viernes el fin de semana. Los ritmos nos dan un método y son un aspecto de nuestra seguridad. Pero hay otros sostenes más fundamentales, las relaciones, por ejemplo, o la religiosidad, el trabajo físico. Sin trabajo, por ejemplo, siento una inseguridad tremenda, y esto lo vemos claramente en Argentina. La relación con mi cuerpo también es un sostén. Sin embargo los sostenes físicos, exteriores son sostenes lábiles. Pero los sostenes relacionales y espirituales son muy fuertes. Y lo central es mi actitud ante la vida y ante la muerte. Es decir, vivir sabiendo que soy mortal no sólo al fin de la vida sino que soy mortal hoy y siempre. Y que siempre me puede acaecer un accidente. Esta conciencia es la que nos lleva a vivir como si fuera el último día de la vida. Y si vivo así puedo morir, y puedo morir hoy. Debemos aprender a vivir con la finitud y con la muerte en el subconsciente.
-¿Se puede esperar en una situación así una ola de suicidios por la angustia que desata el llamado shock postraumático?
-No, esta no es la reacción normal en una población. El temor hace más consciente el amor hacia la vida. Un acto como el que ocurrió hace más consciente la angustia latente en los hombres. Mucha gente se pregunta cómo hubiera reaccionado si hubiera estado en ese momento en las torres. Por eso se hace más consciente que tengo angustia, angustia de vida, que quiero vivir. Es un sentido de la angustia si vemos que podríamos morir y que nuestra vida no es tan buena, que me falta esto o aquello. El sentido es que busquemos eso que nos falta para tener una vida más plena.
-Es decir que esto también puede ser la puerta para un profundo proceso de reparación interior individual e incluso colectivo.
-Sí, y si lo entendemos así, la venganza empaña un proceso que puede ser muy valioso. La venganza es un proceso destructivo. La búsqueda de justicia es natural, pero si no proviene de la calma, es una injusticia que provoca otra venganza y así se forma una cadena que no termina nunca.
-¿Cómo se puede aplicar el análisis existencial personal que usted ha desarrollado para encarar estos procesos?
-El análisis personal existencial es un método que se propone activar las fuerzas personales de cada individuo. En la práctica consiste en tres puntos: aceptar la impresión emocional y cognitiva que nos provoca un hecho determinado. El otro elemento es buscar un entendimiento y una posición personal frente a esto. Una valorización personal, si algo es justo o es falso o cómo es. El tercer elemento es la respuesta en la actividad. Una respuesta a la pregunta: ¿qué hago con el hecho que he vivenciado? Por ejemplo, con el terrorismo mi respuesta es reflexionar sobre la existencia o sobre cómo puedo ayudar a otras personas. Para ser totalmente personas, para activar el núcleo del Yo es necesario aceptar las emociones, tomar una posición y buscar activarse en algún sentido, hacer algo.
http://www.losandes.com.ar/notas/2001/9/16/opinion-22366.asp
Marina Walker, Diario Los Andes, 16 de septiembre de 2001